Jorge García: enero 2010

Estas navidades he cumplido mi tercer aniversario. Ya tengo tres años. Pero no tres años de edad. Tres años de entrenamiento desde que empecé a practicar Parkour. Con altivajos de todo tipo, lesiones, paradas y arranques. Descubrimientos personales y espirituales. He sacado decenas de nuevas conclusiones y visiones de la vida y de lo que me rodea. Tres años después y todavía sigo pasando a entrenar al mismo lugar en el que empezó todo. El mismo lugar en el que aprendí solo, y aprendieron los que llegaron después.

Recuerdo aquella precisión que me parecía imposible dos años atrás. Aquel salto de brazo que ni tan solo miraba porque no veía posibilidad alguna de realizarlo con éxito. Recuerdo aquellas frías mañanas de invierno en las que salía solo a entrenar toda la mañana. Aquellas mañanas en las que cogía el autobús y recorría media ciudad hasta llegar a mi zona de entrenamiento, y contemplaba el mar mientras la brisa del viento me acariciaba la piel. Recuerdo las decenas de deportivas que he estropeado, agujereado, desgastado. Todavía conservo las primeras deportivas con las que hice mi primer pasavallas, mi primer gato, mi primer entrenamiento. Esas botas rojas de baloncesto de la marca adidas. Ahora solo son un par de despojos estropeados y con la suela completamente lisa y agujereada, con pintadas a los lados y los cordones sucios. Aún miro atrás y escucho ese mp3 con todas las bandas sonoras de las películas de Yamakasi y distrito 13. Todavía conservo los pantalones que me ponía cuando empecé. Y en la pared tengo colgada la camiseta de aquel equipo de baloncesto al que deje de acompañar para comenzar a entrenar al 100% el Parkour. Recuerdo aquellas largas noches de verano junto con aquellos otros chicos que soñaban con ser grandes traceurs algún día, mientras pensábamos una y otra vez un nombre para nuestro grupo. Los CPK También, como no. Recuerdo mis primeros movimientos, mis primeros mortales.

Recuerdo aquellas intensas discusiones con mis padres porque no les agradaba lo más mínimo que practicara Parkour. Y las miradas de asombro de la gente que pasaba por la calle y nos veía saltando. Recuerdo aquellas largas explicaciones que me tocaba dar a la gente para que entendieran que no éramos vándalos, y que a veces incluso terminaban insultándonos y amenazándonos con llamar a la policía. La policía... Nunca olvidaré aquel día en el que un policía se acercó y nos dijo que le gustaba lo que hacíamos, que le parecía algo muy bonito, pero no todo el mundo lo veía así y debíamos bajar de aquel tejado. Recuerdo la primera vez que ví a otros traceurs en persona. En un burguer king, en el centro de Valencia. Los Fusk2. La palabra Parkour en su indumentaria me llamó la atención y me explicaron dónde podía ir a aprenderlo. Gente que se iba, otra que venía, que se volvía a ir, llegaban otros...

Todas estas cosas forman parte de mis inicios como traceur, y de mi pasado. Nunca podré olvidarlo. Cada día que pasa avanzo un paso más, pero sin borrar las pisadas de detrás.

Que rápido ha pasado el tiempo. Ahora mismo tres años no parecen nada. Y es que han sido tres maravillosos años. Una etapa de mi vida que empieza a mis quince años y todavía falta mucho para que termine. Y a pesar de que mucha gente decía que no iba a durar más de un año, aquí estoy. Todavía hay gente que me ve por la calle y me pregunta ‘’¿todavía haces Parkour?’’. Cada vez que oigo esa pregunta me echo a reir.

Nunca me he planteado dejarlo, nunca. Aún habiéndome lesionado en numerosas ocasiones, nunca. Hay muchas cosas que desconozco, y muchos preguntas que me quedan por responder. Pero si hay algo de lo que estoy seguro es que ya no puedo dejar el Parkour. Ya es algo que forma parte de mi vida diaria. Y sé que si no existe un motivo de gran importancia, dentro de diez años todavía continuaré practicándolo.
Esto va para todos los traceurs del mundo. Nunca perdais vuestra ilusión y vuestras ganas de hacer Parkour, pues con cada paso que avanzas se abre un nuevo mundo lleno de posibilidades. Y llegará un momento en el que cuando mires atrás, sonreirás y recordaras miles de momentos. Es una sensación maravillosa, y muy tierna.

Estoy orgulloso de haber llegado a donde estoy, y estoy orgulloso de los que van por delante de mí. Pero todavía estoy más orgulloso de los que llegan por detrás.